¿Hay que legalizar la zoofilia?
Resulta que conozco a una chica que fue a pasar unas vacaciones al continente africano. Llegado un momento su afán de aventura hizo que no siguiese las precauciones que le indicaron y se internó demasiado en la selva para ser finalmente apresada por una tribu salvaje. Durante meses permaneció encerrada en una especie de jaula con un gorila gigante. Finalmente, al cabo de unos meses, una expedición que partió en su busca consiguió localizarla, liberarla y traerle de nuevo al mundo civilizado.
De vuelta a casa su estado anímico era muy malo y todos lo atribuían al trauma que le había causado los duros meses que había pasado. Pasaban las semanas y se mantenía deprimida, con la mirada perdida, ausente en sus pensamientos, nombrando al gorila en sueños, sin integrarse en la vida que mantenía antes del suceso. Un día el psicólogo que le atendía le expuso la situación: “mira, sabemos que ha sido una experiencia muy dura pero tienes que salir de este letargo. Comprendemos que te haya traumatizado lo del gorila pero tienes que intentar olvidarlo todo y seguir adelante, ¿vale?”
Ella, entre sollozos, sólo acertó a decir lo siguiente: “Ya, pero es que pasan las horas, los días, las semanas... y sigo sin saber nada de él: ni me escribe, ni me llama, ni nada de nada, ¿será que ya no me quiere?”
El caso es que sus padres, viendo cada vez su más lamentable estado, hicieron las gestiones pertinentes y trajeron el gorila aquí. Desde entonces ella recuperó la alegría de vivir, es la misma persona que antes... pero se siente incomprendida por la sociedad: sólo es una persona que no ha hecho daño a nadie, que está enamorada y que quiere formalizar legalmente su situación; vamos, que quiere casarse. Yo les veo pasear por el parque, agarrados de la mano o cogidos de la cintura, y con la felicidad reflejada en sus caras, y sólo veo dos criaturas que se aman...
Ánimo al Estado a que considere situaciones como ésta y hago un especial llamamiento a la Iglesia: ahora que la clientela se está acabando (los heterosexuales se casan poco y se divorcian mucho), ¿por qué no cambiar la actitud respecto a estos colectivos que sí quieren casarse? ¿No será mejor dejar de tratarles a hostias (metafóricamente hablando) y administrarles la hostia sacramental y acogerlos en el seno de la Iglesia como hijos pródigos?
Bueno, os dejo, que ya está mi gato ronroneandome por aquí... ¡cómo le gusta provocarme!