"Me 'cagüen' los putos inmigrantes",

es el comentario que se escucha a veces en boca de ciertas personas que lo dicen con el mayor de los convencimientos y, por tanto, sin ningún sentimiento de culpa. Curiosamente en muchísimas ocasiones estos comentarios vienen de gentes y países que en su tiempo fueron inmigrantes; por ejemplo muchos españoles tuvieron que ir a ganarse la vida a Alemania, Francia, el País Vasco, etc. ¡Qué poca memoria y qué falta de solidaridad! Dirán que el comportamiento de los inmigrantes de hoy en día es distinto; qué va, ni mucho menos. También en su tiempo se acusaba a los españoles de vivir hacinados en casas, no ducharse,... lo mismo que a los nuevos inmigrantes. Claro, qué más quisieran cada uno de ellos que tener un Porche en la puerta de casa y vestir de Armani, a ver si alguien se cree que viven en condiciones de miseria por gusto. Si no te gusta cómo visten o cómo huelen dales una parte de tu sueldo, ya verás cómo mejoran; tú estarás más contento y a ellos les harás inmensamente felices.

Pues sí, gracias a todos los inmigrantes, sentimos mucho que hayan llegado a un mundo donde las posibilidades de realizarse como personas hayan sido mínimas con lo cual, jugándose la vida, han emigrado a otros países donde con el sudor de su frente han conseguido salir adelante. Gracias por asumir los trabajos más penosos, los que nosotros no queremos hacer, y contribuir así al desarrollo de nuestros países. En realidad muchos de los que desprecian a los inmigrantes lo hacen no por racismo sino por egoísmo: su rechazo no se da hacia negros como Ronaldinho, moros como Zidane... o a los turistas japoneses... no, se da hacia los extranjeros pobres. ¿Te parece poca desgracia que alguien sea pobre como para encima despreciarle? Del que odia a alguien porque el color de su piel sea distinto al suyo no merece la pena ni hablar.

Por supuesto el tema merece un análisis profundo y la solución no se alcanzará mientras no se llegue, como siempre, a la raíz del problema, a mejorar las condiciones de vida en sus países de origen. ¿Cuántas escuelas, hospitales, carreteras, etc. se podrían hacer, por ejemplo, en esos países con los gastos militares de los países desarrollados? Algo va mal cuando unos vivimos en la opulencia y tenemos que hacer dietas para adelgazar mientras otros no tienen qué llevarse a la boca. Por supuesto muchos de estos países están mal gobernados por elites corruptas.

Hago por tanto un llamamiento desde aquí a que abramos nuestros países, nuestras casas, nuestras cuentas corrientes, nuestros espíritus, nuestros corazones, y si hace falta hasta nuestros cuerpos, a los inmigrantes. No somos dignos de que entréis en nuestros países pero una palabra vuestra bastará para sanar nuestros corazones. Gracias también a todas esas personas que dedican parte de su tiempo a ayudar a los recién llegados, a tenderles la primera manta, a darles el primer bocadillo, a propinarles el primer abrazo, y a quienes se preocupan por hacer luego que su estancia entre nosotros sea digna; muchas gracias, hacéis que el mundo sea un poco mejor.